martes, 28 de diciembre de 2021

Hacia el Este 2/3

 

29/Oct Polonia. 


De vuelta en Polonia las noches ya son muy largas y frías. Ni nuestra furgo ni nosotros lo llevamos bien. Ella pasó otra vez por el taller y nosotros decidimos dejar de usarla para dormir.

Comenzamos a bucear en la historia de una de las ciudades más interesantes hasta la fecha: Cracovia. Utilizada por los nazis como base de operaciones, no sufrió grandes daños en la Segunda Guerra Mundial, por lo que su casco histórico se mantuvo como una joya.


Además, su gastronomía representó un regalo para nuestro paladar y nuestro bolsillo en los restaurantes Mleczny, reliquias de la época comunista.

La razón por la que los nazis respetaron esta ciudad es porque fue la tristemente elegida para construir, a escasa distancia, una de las vergüenzas mayores para la humanidad: el campo de exterminio de Auschwitz. Una auténtica industria de muerte, optimizada para su producción, con planificación e incentivos para la eficiencia en sus objetivos. Siendo éstos el número de asesinatos cometidos, principalmente contra judíos pero también se incluyeron gitanos o cualquier persona que representara una oposición al régimen nazi o la pureza de la raza aria.

 
El día antes de visitar el campo decidimos ver "La lista de Schindler" y yo también escuché el podcast de Diana Uribe, historiadora colombiana capaz de contar y transmitir la historia con una intensidad, cercanía y relevancia que consigue emocionarme.

Para mí no es un lugar para sacar fotos, sino para sentir con respeto y asombro. Esta es casi la única foto que tomé: el final de la vía férrea, ya dentro del campo, en donde se separaban los caminos de los que eran seleccionados para trabajar y de los que eran dirigidos directamente a las cámaras de gas.


Tras las emociones de Cracovia, necesitabamos disfrutar de unos días en la naturaleza. Para eso nos dirigimos a Zakopane, ubicado en Los Altos Tatras, que forman parte de los Cárpatos Centrales y suponen parte de la frontera con Eslovaquia. Esos días nos permitieron cargar nuestras pilas con la luz y el aire fresco y libre de las montañas.

(Deliciosos Pierogi)



5/Nov/2021 Eslovaquia. 


¡Nobiembre! Se enciende la señal de alarma. Si queremos llegar a Transilvania con una temperatura no muy extrema tenemos que comenzar a correr. En nuestro camino hacia el este solo tenemos Eslovaquia y Hungría. En unos pocos días podremos entrar en Rumanía. Ése es el objetivo ahora.

 
Nuestra primera parada en Eslovaquia es en el Parque Nacional Paraíso Eslovaco. No es el nombre más propicio para pasarlo rápido. Según comenzamos a explorarlo nos damos cuenta que seguir camino es una pena. Habrá que posponer Rumanía unos días. No nos podemos perder estos colores de otoño.





Esos días conocimos a una familia encantadora eslovaca con la que hicimos muy buenas migas. Durante varios días compartimos muy buenos momentos y nos enseñaron mucho de su país. También nos informaron que la situación del Covid en Rumanía estaba muy mal, con médicos viniendo de Moldavia para ayudar en los hospitales y planteando ya restricciones. Si a nosotros nos cierran los alojamientos y restaurantes, con el frío que hace, tendríamos que salir huyendo del país ¡y no nos apetece! Además, la furgo se sigue quejando por el frío.

 


Así que cambiamos de planes. Nuevo objetivo: ¡calorcito!   Dirigimos nuestro camino hacia el Mar Adriático. 
Comenzamos a atravesar Eslovaquia en dirección a Bratislava, en el extremo oeste, atravesando un país hermoso. 

 




Bratislava está bañada por el Danubio y situada entre dos iconos de Europa: Viena y Budapest, que la eclipsan totalmente. Más humilde y con menos historia, pero también más tranquila y amable. Nos encantó.

 




La ciudad antigua está a un lado del río, al otro está uno de sus mayores barrios, nada turístico ni fotogénico, de edificios de "arquitectura socialista". En toda esta Europa del Este se repite el mismo modelo. Tras la Segunda Guerra Mundial, el gobierno comunista dio alojamiento y trabajo a todos los ciudadanos. Se comenzó a construir barrios enteros de edificios funcionales, sin florituras ni lujos superfluos. Todos los ciudadanos tenían un alojamiento gratis y todos estaban obligados a trabajar. Podrían parecer guetos, pero lo cierto es que ahora nosotros al recorrerlos los encontramos acogedores. Paseando por esos barrios y viniendo de la España de los desalojos y de la tasa desproporcionada de paro, me cuestiono si todo era tan negro como se pintaba en ese régimen demonizado por occidente pese a que, indudablemente, les costó la libertad, gran sufrimiento y muchas vidas. 


Cerca de Bratislava se encuentra el castillo de Devin. Podría hablar de lo imponente de su construcción o de su idílica ubicación, pero su visita me resultó sobrecogedora por otra cuestión. Este castillo está en la Ribera del río Morava que es frontera natural con Austria. Al otro lado del río había un pescador disfrutando del día. Entre él y yo, apenas cincuenta metros de agua calmada. Durante unos cuarenta años, entre él y yo discurría el telón de acero. Una alambrada real que dividía dos mundos. ¿Cuánta gente habrá muerto intentando ganar a nado ese sueño? Tan cerca en distancia pero con un abismo de miedos y mentiras en medio.


Aún se rinde respeto a ese drama con flores frescas en un muro que se ha mantenido con las cicatrices de múltiples balazos dirigidos a matar libertades.

 
Tras la caída del muro, el nuevo gobierno construyó una hermosa escultura con restos de la alambrada que antes constituía el abismo.

 


Viendo a ese pescador disfrutando en la orilla opuesta, se me hace muy difícil imaginar cuánta sangre se derramó por los alambres de ese corazón. ¿Habremos aprendido algo como humanidad después de esto, después de Auschwitz?


16/Nov/2021 Viena.

 
A pocos kilómetros de Bratislava se encuentra la incomparable Viena. Nada más llegar hicimos un walking tour y la guia dio con gran habilidad en la diana para hacerme entender Viena. Nos dijo que no mirásemos Viena como la capital situada en un extremo de Austria, sino como el centro del todopoderoso Imperio Austrohúngaro. Una ciudad construida para impresionar, para infundir la aplastante grandeza de los emperadores Habsburgo sobre el común de los mortales. ¡Y eso es Viena!

 
Nosotros la cogimos en un momento precioso.  a mediados de noviembre ya había comenzado la campaña de Navidad y pudimos disfrutar de su iluminación deslumbrante y de los mercados navideños, además sin los tumultos que supongo que habrán en las vacaciones.

 



Viena me resultó lujosa, histórica, cultural, musical, hermosa, extraordinaria... pero faltaba algo. Algo que me hiciera sentir cómodo. No la encontré acogedora o amable. Disfruté de ella, ¡cómo no! Y me alegró haberla visitado, pero no es un lugar en el que me haría ilusión pasar más de unos días. 

 
Para comenzar, es una ciudad que le da la espalda al majestuoso río Danubio. Supongo que los Habsburgo no querían ninguna rivalidad con su propia majestuosidad. Tan sólo la ciudad nueva se aventura a asomarse a sus orillas.


Paseando por sus calles -siempre hablando de la ciudad histórica- me asombro de la ostentosidad de sus tiendas: Rolex, Chanel, Armani... Y de la gente haciendo cola en la fría calle para poder mostrar o demostrar ¿qué? Tal vez mientras están en la cola les convendría escuchar mis 47 segundos de sabiduría preferidos. 




Tanto lujo también afecta e impresiona a uno, así pasó cuando al ir a pagar los primeros dos expresos en una cafetería modesta situada fuera del centro histórico nos cobraron,  por ambos, cerca de siete euros. ¿Quieres impresión? ¡Pues toma dos platos! No obstante, disfrutamos mucho con esta ciudad que es una joya indudablemente. 

(Ópera Carmen) 

(Wiener Schnitzel) 


Uno de mis mejores momentos en Viena fue cuando fuimos al Palacio de Schönbrunn, residencia de verano de los Habsburgo. A ése en el que Sissi se refugiaba huyendo de los protocolos de la corte. Allí, disfrutando de un picnic pensaba en como tanta pompa había impresionado a la huidiza emperatriz empujándola hacia ese castillo y hacia toda Europa, hasta que al final, la condujo a una muerte injusta.

 


Pompa que, según nos contó la guía, aun perdura en una ciudad donde las presentaciones en sociedad,  la etiqueta y los bailes de salón siguen manteniendo un espacio preponderante. 


Hacia el Este 1/3

1 comentario:

  1. Hola
    A mi me pasó lo mismo con Viena.... Era tan impresionante.. Pero tan impersonal y fría... Monumento tras monumento.... Qué no me gustó!!!

    Y también fuimos a la ópera.. A ver la flauta mágica... Pero no a la ÓPERA DE VIENA... sino a la ÓPERA DEL PUBLO!!!! Más acogedora y menos pomposa!!

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