martes, 25 de agosto de 2015

Remando por un sueño / Paddling on a dream - Jul y Ago 2015

Remando por un sueño.

Quise venir al Amazonas para tratar de sentir estos grandes ríos. No me conformaba con verlos y participar en alguna excursión, sino que aspiraba a deslizarme por sus aguas formando parte de ese gran ecosistema amazónico.

Mi objetivo era un tramo de 200 Km en el alto Río Negro, pero me fue imposible conseguir un kayak decente en Manaos. Ya casi desestimé la idea y decidí seguir bajando el Río Amazonas hacia el Atlántico, pero llegó a mis oídos que en Alter do Chao, en la desembocadura del Río Tapajos, uno de los grandes afluentes del Río Amazonas, se alquilaban kayaks y se organizaban excursiones para visitar comunidades cercanas dentro de la reserva "Floresta Nacional do Tapajos"

Me fui hasta allá y realicé una excursión de 2 días en un grupo con guía local. Mientras veía la selva y las comunidades, también me fijaba que el tramo final del río tiene muchas playas y que podría acampar en caso de emergencia. Con respecto a los kayaks, pude encontrar uno un poco decente aunque chiquito, pero con tantas playas y comunidades...
Me lancé!!

Los primeros dos días remontando el Río Tapajos desde Alter do Chao fueron geniales. Terreno conocido. Muchas playas y comunidades. Disfrutar en soledad de la selva amazónica es una experiencia inolvidable!!!

A partir del tercer día la cosa cambio. Terreno nuevo para mí. Comunidades escondidas kilómetros dentro de la selva, pocas playas... Cada día señalaba en el mapa con ayuda de los habitantes de las comunidades dónde quedaba la siguiente comunidad visible desde el rio a la que intentaría llegar. A veces a 30 Km y, en ocasiones, sin ninguna otra comunidad por medio. Sólo igapó.

El igapó, o bosque inundado, es la quinta esencia de la vida salvaje en el Amazonas (en internet hay muchas fotos) pero es el castillo del terror si tienes que dormir allí. Había que llegar cada noche a una comunidad y lo fui consiguiendo. Cada noche dormí con mi hamaca colgada lejos de yacarés (cocodrilos de Sudamérica) cobras, anacondas, jaguares, tarántulas, hormigas peligrosas y demás fauna que, o bien vi, o bien escuché historias reales sobre ellos.

La naturaleza se vuelve más abrumadora. La necesidad de llegar a una comunidad se dispara. La satisfacción, cada noche, también. Ya no me acogían como turista y me cobraban la comida y el lugar para la hamaca, sino que yo desperta su curiosidad y hospitalidad. Me invitaban a compartir su comida, dormía bajo un techo comunitario y, como ellos, me aseaba en el río.

El último día era la etapa más difícil. Calculé que eran unos 30 o 40 Km sin playas ni comunidades por medio, terminando con un estrechamiento abrupto y el posible incremento de la corriente en contra que, hasta el momento, había sido mucho más débil que el viento y oleaje a favor. 

En las comunidades siempre me decían que fuera cerca de la costa, cosa que hacia porque era lo bonito del viaje, muchas veces, incluso a través del igapó. Ese último día no tenía tiempo para eso. Salí con los primeros claros y decidí que tenía que dejar la orilla del río y tomar rumbo recto hacia Aveiro, mi destino final.

Llegando al Estrechamiento, remando muy lejos de las márgenes, escuché el sonido de un gran animal que se sumergió. Me giré hacia atrás pero solo vi los remolinos a unos 3 metros de mí. En medio del río solo podía ser un yacaré o un delfín (boto) los primeros salen a cazar de noche y varan en playas de día, así que debía ser un delfín, aunque se les suele ver en la salida o puesta de sol. Lástima que no volví a verlo! Como media hora más tarde se repitió la secuencia.

Al llegar a Aveiro tomé un barco de vuelta que iba a Santarém (la capital) y me podía dejar muy cerca de Alter do Chao. Hablando con los marineros me preguntaron si no vi yacarés, porque como el río ahora está muy crecido no tienen playas y quedan flotando en mitad del río, cerca del estrechamiento.

Esa noche el barco me dejó en una playa cerca de Alter do Chao. Antes de amanecer partí para recorrer el corto espacio restante. Mientras clareaba vinieron a saludarme varios botos. Me acompañaron un techo saltando en pareja a mi lado. Muy lindo!!! Pero su comportamiento juguetón no se parecía nada al del animal escurridizo del día anterior. Al final creo que mi Ángel de la guardia se había empleado a fondo!! 

Hoy en día no volvería a adentrarme en solitario por esa zona con semejante kayak de juguetes. Pero ahora lo que me queda es el recuerdo inolvidable de esos 6 días de selva viva y ruidosa que se deslizaba lentamente hacia atrás mientras yo remaba por mi sueño.