viernes, 27 de octubre de 2023

La Tierra de Hielo (Sept/2023)

Septiembre 2023

Mi viaje a Islandia fue muy breve para lo que es mi forma de viajar. Tan sólo tres semanas pero para mí constituyeron tres viajes diferentes.

Con la experiencia de mis viajes anteriores sé lo traicioneras que son las expectativas, y trato de evitarlas, pero ¿quién no las genera antes de pisar por primera vez la famosa Tierra del Hielo -IceLand-? No obstante y gracias a una buena meteorología y mejor compañia, el destino superó lo esperado y me encantó.



La primera semana, aproximadamente, éramos cinco amigos, de los cuales tres conocían bastante bien el país. Fue un privilegio dejarse llevar por su experiencia sabiendo que compartíamos nuestro gusto por la naturaleza y la aventura.

(Aquí además con Luisa y José Carlos, otros grandes viajeros) 


El currículum viajero de mis compañeros de aventura es simplemente extraordinario y, de hecho, son una referencia para muchos viajeros de largo recorrido: Dani Ku, Judit Viñolas, Pablo Strubell e Itziar Marcotegui. ¡Qué equipo! Y para poder viajar tanto y fluir con los devenires del camino, todos tienen una calidad humana inmensa.  Así que no se podía estar en un grupo mejor para explorar Islandia.

La primera semana la pasamos por el sur y sureste del país, donde están gran parte de las atracciones más fotografiadas. Ciertamente no son para menos. Sorprendía ver como cascadas, glaciares, lagos y fallas salían a nuestro paso sin casi tener que desviarnos de la carretera de circunvalación de la isla, la Ring Road, y sin tener que hacer caminatas para acceder a esos lugares. Islandia nos mostraba muchos de sus tesoros sin pedir nada a cambio.











Pero este país es caro y los restaurantes y hoteles son prohibitivos si vives viajando. Así que nosotros optamos por el camping. La acampada libre está prohibida  pero los camping son muy económicos, en comparación con otros alojamientos. Los cinco estamos muy acostumbrados a recorrer paises así y además ahorras mucho dinero en comida.



En septiembre ya se ha ido gran parte del turismo y los campings, que no tienen muchas comodidades, ya estaban un poco despejados. Hasta el famoso volcán que saltó a la fama en el 2010, este país permanecía casi olvidado del mundo. Desde entonces ha visto crecer el número de turistas pero tras la pandemia se ha puesto definitivamente de moda acogiendo a una cantidad de visitantes para la que no están preparados, al menos los campings. Así encuentras camping con muy pocas duchas, inodoros, cocinas o fregaderos para el número de campistas que albergan, sobre todo en julio y agosto.

Al segundo o tercer día mi caseta parecía que calaba un poco, así que Dani me sugirió que pusiera mi saco sobre el aislante hinchable pues nos íbamos a hacer una caminata larga un día que se preveía lluvia. Así fue, nos cayó un buen palo de agua y cuando volvimos al camping y yo abrí mi caseta, encontré el saco sobre la colchoneta flotando en un lago. Mi super caseta, bastante cara por cierto, con la que recorrí parte de África, había perdido toda su impermeabilización. Traté de comprar una en Islandia, pero me pedían una barbaridad, así que probé a dormir en el coche, a ver qué tal, y aunque no tenía las comodidades de Kirikú, me adapté bien y pasó a ser mi refugio el resto de mi estancia en la isla.



Islandia también es conocida  por sus termas. Mucho más que un lujo se trata de una forma de socializar y relajarse después de un día de trabajo. No obstante, muchas también se han convertido en atracciones turísticas y, sobre todo por el sur y este del país, encontramos instalaciones de una  grandísima calidad aunque no baratas.


No obstante, en pequeños pueblos hay piscinas públicas mucho más asequibles, en las que poder evitar las duchas del camping si están un poco congestionadas.

Tras la marcha de Judit, Dani e Itziar, nos quedamos Pablo y yo,  teóricamente hasta el final del viaje. Habíamos alquilado un 4x4 y ahora era el momento de sacarle partido adentrándonos por las "F Roads" en las highlands, el centro montañoso del país que está a unos 600 metros de altitud.


El centro del país es mucho menos turístico que la Ring Road. Se trata de un territorio volcánico sin ningún pueblo y tan solo algún camping u hotel de montaña aislado y que tiene pinta que se abandona durante el invierno. Ese paraje hostil y agreste, con carreteras sin asfaltar, alberga alguno de los paisajes más extraordinarios de Islandia. Tierra de volcanes, glaciares y lagos. Además, el tiempo nos sonrió, lo cual es fundamental para poder realizar las caminatas por la zona y poder apreciar sus caprichosos colores. 











Si no era suficiente belleza la que nos asombraba, en las highlands llegó uno de los momentos cumbres del viaje. Cuando primero ligeramente y luego con gran intensidad, el cielo se fue llenando de destellos verdes, como nubes encendidas que a veces parecían cortinas inmensas que se movían por el viento y otras, serpientes difusas que se contorneaban a su capricho. El espectáculo comenzó al caer la noche sobre las 10!y yo me fui a dormir, exhausto de tanta belleza, cerca de la 1 de la mañana. Claro, el frío a esas horas en las highlands era extremo, así que a Pablo se le ocurrió ira la terma, así que acabé contemplando un espectáculo sobrecogedor mientras me relajada en bañador. No hay ninguna foto de esa experiencia. La del principio del blog fue otro dia, mucho más flojo. Ese día fue único: la intensidad de la aurora, el agua caliente bajo un aire cortante de frío y ser la primera vez... Pocas cosas creo que me conmoverán tanto por su belleza como la aurora en Landmannalaugar. 

A falta de unos cinco días para el final de nuestra aventura y cuando nos dirigíamos hacia los fiordos del noroeste, Pablo recibió una llamada informándole que debía regresar a España. Así que compró un billete para el día siguiente. Condujimos hacia el comienzo de los fiordos y allí nos despedimos. 





Pablo hizo autostop, con mucho éxito por cierto, hacia el aeropuerto y yo me interné en los fiordos. No obstante no fue un proceso inmediato. Tras pasar dos semanas en tan buena y experta compañia, no sé si tuve mala suerte o que simplemente me sentía torpe volviendo a tomar los mandos de mi viaje. Lo cierto es que exploré varias opciones para entrar en los fiordos pero no me llevaban por buen camino. Dos veces tuve que desandar la ruta hasta volver a donde había dejado a Pablo, hasta que decidí tomar la ruta convencional asfaltada. Lo cierto es que en las dos semanas anteriores no habíamos tenido que dar la vuelta creo que ni una sola vez. Me preocupé un poco. ¿Estaría perdiendo autonomía?

Afortunadamente creo que no. Es cierto que me costó arrancar en solitario y, por eso mismo valoro mucho esos días finales en que viajé solo. El paisaje de los fiordos del noroeste es sobrecogedor, aunque no mejor que el de la mayoría de este país extraordinario. Lamento mucho no haberlo compartido con Pablo, pero también me alegro de haber tenido que abordar esta etapa en solitario, ajustado a mi velocidad, siempre lenta, y disfrutando de llegar a los lugares simplemente por la satisfacción de haberlo conseguido por mí mismo. Así que los paisajes del noroeste los guardo con especial cariño asociados a mi propia reafirmación.








Islandia supuso para mí una gran experiencia. Un viaje por fuera y por dentro que me permitió llenar mis ojos de paisajes grandiosos mientras convivía con buenos amigos, ser capaz de adaptarme al ritmo intenso de grandes viajeros pero también de recuperar el mío pausado. Todo ello me deja un recuerdo entrañable de ese país.
Gracias Islandia.