viernes, 26 de agosto de 2022

Albania: un brillante por tallar.

Albania Abril a Junio de 2022


Desde Dubrovnik queríamos ir rápidamente hacia Grecia para reparar el cristal de Kirikú, nuestra furgoneta. Llegamos  a Albania a principios de abril, lo que significa frío y no turismo, pero la primera noche ya disfrutamos de la amabilidad y cercanía de Soni, el joven albanés dueño de un camping en Shkoder, en el que éramos los únicos clientes. El camping estaba un poco caótico porque se estaba preparando a marchas forzadas para la temporada, aunque para nosotros volver a tener un techo con una cama y una ducha caliente era un gran lujo, así como pasear por el lago cercano. 





Así que seguimos hacia Grecia pasando por la bonita ciudad de Berat y sus casas otomanas de las 1000 ventanas en su laberíntico casco histórico.





A la vuelta de Grecia, a final de abril, ya nos apetecía playa, así que dirigimos nuestro rumbo hacia Ksamil. Un pueblo costero todavía poco desarrollado para el turismo y donde ya nos pudimos bañar en un agua aún bastante fresquita. Seguimos disfrutando de la gente tan amable y de la gastronomía local.




Tras ese breve paréntesis de mar, nos adentramos hacia el interior del país para disfrutar de las raíces otomanas de sus ciudades y su extraordinaria naturaleza de camino la Lago Ohrid. 






Nuestro siguiente plato fuerte eran Los Alpes Dináricos Albaneses del valle de Theth. Mucho más famosos son los Alpes del Centro de Europa, con sus montañas de más de 4000 metros, pero me encantaron estas montañas albanesas mucho más tranquilas, que pudimos recorrer sin casi gente alrededor.

 
Los paisajes de estos Alpes Dináricos me resultaban bucólicos: montañas con cumbres nevadas, lagos, ríos, azul sobre verde intenso. ¡No puedo pedir más!
Además está la calidez típica albanesa que pudimos disfrutar en el camping Shpella en el que nos quedamos. Un ambiente acogedor y amistoso que se transmitía entre los huéspedes y conseguía hacerte sentir cómodo y disfrutar plenamente del extraordinario entorno.








Para despedirnos de este fascinante pais nos fuimos al Lago Komani.




Y a pocos días de salir del país, una piedra en el camino, nos recordó que el buen viaje no es aquel sin problemas, sino con soluciones a los problemas. Y que siempre dejan algo bueno, que en nuestro caso fue conocer a Jacob y Leon, que venían desde Polonia recorriendo los Balcanes en una linda aventura entre padre e hijo y que fueron nuestros ángeles de la guardia. Los cuales, con extraordinaria generosidad y bondad hacia nosotros, nos sacaron de una carretera aislada, casi sin circulación y sin cobertura. 




Al día siguiente la grúa -gracias Mapfre-  pudo ir a recoger el coche. 


Albania me resultó un país singular entre sus vecinos: no pertenece  a la UE, no fue parte de Yugoslavia, no es cristiano y, mientras fue comunista, se llevó tan mal con todos sus vecinos que en un tiempo sólo se relacionó con China.
Como muchos países del Este de Europa, tuvo un terrible dictador llamado Enver Hoxha que murió en 1985. El desmoronamiento del bloque socialista en 1990 se llevó por delante al socialismo albanés, pero al cabo de unos años, en vez de prosperar como sus vecinos, Albania siguió mal gestionada hasta que en 1997 tocó fondo y casi acaban en una guerra civil. Poco a poco ha ido levantando cabeza y en el 2014 la UE le concedió el estatuto de candidato a entrar. Más o menos desde entonces Albania se ha ido abriendo al turismo a ritmo acelerado hasta el parón del Covid en el 2020.

Por su historia Albania es una amalgama de oriente y occidente: un pueblo ilirio con una extensa dominación otomana mezclada con la actual orientación hacia la Unión Europea. Su religión principal musulmana convive con la cristiana ortodoxa de serbios y griegos pero tamizadas por el socialismo que le convirtió en el primer país oficialmente ateo, sin que ello desvaneciera la hospitalidad y calidez típicas musulmanas. Es un país en el que su pasado comunista e inestable se traduce en un bajo nivel de vida actual que convive, incomprensiblemente, con un amor por exhibir coches caros, convirtiéndolo en el país con más Mercedes Benz per capita. Da igual si tu casa se está cayendo, mientras te puedas pasear en un buen Mercedes.





Albania es un país amable que quiere abrirse al exterior y que agradece tu visita. Quieren compartir su cultura hospitalaria, de la que están orgullosos, y que te sientas bien siendo su huésped. Es un país en el que me he sentido seguro aunque no se me escapan algunas desigualdades hirientes.

Otro atractivo de Albania es su gastronomía. Mezcla de la cultura otomana con influencias italianas y griegas. Todo eso servido con una calidad humana entrañable y a unos precios muy económicos, sobre todo si los comparas con los que encontrarías en sus homólogo Alpes Suizos o Austríacos.

No obstante, reconozco que Albania se está preparando para acoger mucho más turismo en breve. Principalmente en los destinos de playa, se ve una amenazante vorágine constructiva. Me temo que en unos años Albania será otro destino masificado del Adriático. De hecho, tal vez ya lo sea en verano. Por eso ha sido un gran privilegio pasar un buen tiempo fuera de temporada ahora, cuando todavía es un diamante sin terminar de tallar.